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Ejercicios mentales para bajar el estrés

Desde Gastrosud, Viandas para Empresas en Mendoza, te enseñamos cómo el adiestramiento mental como la meditación causa grandes cambios cognitivos y en la organización del cerebro.

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Poner en práctica algunas entrenamientos mentales durante media hora al día puede formar el comportamiento y el cerebro de forma específica según las capacidades que se ejerciten, según una investigación liderada por el Instituto Max Planck para las Ciencias Cognitivas Humanas y del Cerebro de Leipzig (Alemania).

¿Cuáles son las técnicas que sirven para meditar?

Son muchas. Algunas utilizan mantras o sonidos primordiales, también está la meditación zen, los sonidos sanadores o el Ho’oponopono. Cualesquiera de estos métodos pueden ayudar, la mayoría se centran en la respiración adecuada, que regula el ritmo interno y calma la mente agitada. Luego, los ejercicios de “brain training” sirven para mejorar el rendimiento cerebral.

La revista Science Advances publicó que los entrenamientos que fomentan la empatía y la capacidad de ponerse en la piel del prójimo reducen la respuesta del cuerpo al estrés social, algo que no logran las prácticas de meditación empleadas en las terapias de conciencia plena –o mindfulness, en inglés–. Éstas últimas, no obstante, sí que reducen la percepción subjetiva del estrés, y por otra parte aumentan la capacidad de concentración.

En esta investigación participaron 313 voluntarios –sin experiencia previa en esta clase de intervenciones– que siguieron un programa de entrenamiento de nueve meses, dividido en tres módulos de tres meses cada uno. Cada módulo consistía en un tipo de ejercicios utilizados para paliar el estrés, cuya eficacia no había sido probada con tanto rigor hasta este estudio. En uno de los módulos, los voluntarios practicaron técnicas de meditación, como concentrarse en su respiración, en las sensaciones de cada una de las partes de su cuerpo, o en estímulos auditivos.

Las otras dos partes del entrenamiento requerían la interacción de dos participantes, desconocidos entre sí, que debían compartir experiencias personales durante diez minutos día tras día, además de realizar otras tareas. El segundo módulo tenía por objetivo aumentar la compasión; en él, una de las personas debía hablar mientras la otra escuchaba atentamente y en silencio, para luego intercambiarse los papeles.

En el último módulo, uno de los voluntarios debía expresarse como si interpretase partes ficticias de su personalidad –un niño curioso, un juez interior, o una madre sobreprotectora, por ejemplo–, y su compañero debía adivinar de qué personalidad se trataba. La finalidad de este ejercicio era aumentar la habilidad para ver las situaciones desde distintos puntos de vista y entender mejor las mentes de otras personas.

A continuación, los investigadores analizaron cómo había cambiado el cerebro de los participantes tras el entrenamiento, y observaron que cada módulo produjo cambios en áreas distintas.

Además, los voluntarios se sometieron a un test para medir su respuesta al estrés social antes y después de cada módulo. La prueba consistía en realizar una presentación oral ante dos evaluadores y una cámara de vídeo, seguida de una serie de operaciones matemáticas complejas. Los científicos pidieron a los participantes que evaluaran cuán estresados se habían sentido, y también analizaron varios marcadores, como el cortisol, una hormona relacionada con el estrés.

Resultados

Los resultados revelaron que todos los tipos de entrenamiento hacían que los individuos se percibieran menos estresados durante la prueba. Sin embargo, sólo el segundo y el tercer módulo, que implicaban el desarrollo de capacidades de interacción con otras personas, disminuyeron los niveles de cortisol.

Fuente: La Vanguardia / Tania Singer, Directora de la investigación.